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Fuente: http://fs-morente.filos.ucm.es/manifiesto/index.htm
Facultades de Filosofía y la
profesión de profesor
R. FEITO, A. BOLÍVAR Y R. J. GARCÍA 17/11/2008
Lo que tenemos hasta ahora es como mínimo una temeridad. Salvo el tan
denostado como inútil Certificado de Aptitud Pedagógica (CAP), un
licenciado o doctor se convierte en profesor de enseñanzas medias con tan
sólo demostrar un cierto conocimiento de su propia disciplina. Parece de
sentido común, salvo quizás para los autores del Manifiesto de la Junta de
Filosofía, que el hecho de conocer una materia, siendo condición necesaria,
no lo es suficiente para su enseñanza y menos aún cuando se pretende que
aprendan jóvenes adolescentes. El profesor de secundaria, una vez
superada la oposición o firmado el contrato de trabajo, aprende a ser tal,
básicamente, por ensayo y error. ¿Alguien acudiría, por ejemplo, a un
dentista que aprende de ese modo? ¿Qué le toca el día en que acuda a su
consulta, el ensayo o el error?
Los autores del manifiesto manipulan a la opinión pública. Los firmantes del
presente texto no somos ni autores ni responsables de la nueva normativa
legal, que aun siendo mejorable, supone avances importantes. Por ello,
ante ataques que tergiversan el contenido de la misma, es necesario no
estar callados. No es cierto que el master de formación del profesorado se
haga a costa de la formación disciplinar. La formación disciplinar se
obtendrá con un grado de cuatro años de duración -frente a los cinco de las
licenciaturas actuales-. No es que a los futuros profesores se les reste
formación como graduados, tal y como el manifiesto parece dar a entender.
Por otra parte, es un sofisma defender que ser especialista en una disciplina
es lo que otorga la profesionalización como "profesor" excelente. Ninguna
experiencia práctica con nuestros actuales adolescentes ni investigación
empírica lo sostiene. La investigación reciente muestra que con profesores
preparados como docentes se beneficia el conjunto del alumnado, y muy
especialmente el de los ambientes culturales menos privilegiados.
Tampoco es cierto que el master de secundaria tenga una "orientación
prioritariamente psicopedagógica y didáctica". La ciudadanía puede buscar
los contenidos en la Red y allí verá que se establecen 52 créditos
obligatorios cuyos contenidos van desde el aprendizaje y desarrollo de la
personalidad a los procesos y contextos educativos, pasando por la
sociedad y la familia. Igualmente, hay complementos a la formación
disciplinar que ponen el énfasis en el análisis de los contextos históricos y
sociales en que surgen los conocimientos científicos.
En definitiva, un profesor o profesora de secundaria -y por aquí van los tiros
del master- precisa tener un profundo conocimiento de su materia y del
correspondiente currículo escolar, de los alumnos y de su desarrollo y
aprendizaje, así como un conocimiento de la enseñanza (metodología,
gestión del aula, evaluación), además de un trabajo en colaboración en el
centro y con las familias. Esto no lo proporcionan los grados en una
disciplina y son requisitos previos para el ejercicio profesional.
Lo que hay detrás del manifiesto no es más que un craso corporativismo.
Muchas facultades han visto que el tránsito a los grados puede suponer
perder un quinto de la carga de docencia actual y la consiguiente reducción
de la plantilla docente en las llamadas áreas disciplinarias no didácticas.
Los autores del manifiesto proponen el modelo MIR, lo cual no está mal. Al
fin y al cabo, un médico se prepara para ejercer la medicina. Sin embargo,
para los del manifiesto, un filósofo no se prepararía nunca para ser profesor,
hasta que sea ya profesor.
Rafael Feito es profesor de Sociología de la Universidad Complutense de
Madrid, Antonio Bolívar es profesor de Pedagogía de la Universidad de
Granada y Rodrigo J. García es coordinador de la Red de centros
Atlántida. También firman otros miembros del Proyecto
Fuente:
http://www.elpais.com/articulo/educacion/Facultades/Filosofia/profesion/profeso
r/elpepusocedu/20081117elpepiedu_3/Tes
¿Por qué el CAP ha sido una estafa y una vergüenza todos estos años? No
porque fuera muy corto, sino porque es falso que quien no sabe
matemáticas pueda enseñar a enseñar matemáticas. Y todavía es más
falso que haya un saber que no sea ni física, ni latín, ni geografía, y cuyo
contenido sea el enseñar en general para cualquiera de esas disciplinas. Un
profesor debe saber captar la atención de los alumnos enseñándoles a
amar el conocimiento, y para lograrlo no hay otra garantía que su propio
amor por el conocimiento. Las matemáticas, la historia o el derecho
procesal son apasionantes y la obligación de un profesor es saber
transmitirlo a sus alumnos. Ahora bien, su mejor arma, en realidad su única
arma, es saber matemáticas, historia o derecho procesal. ¿Saber historia no
significa saber enseñar historia? Cualquier docente experimentado diría que
la cosa es exactamente al revés: la mejor prueba de que algo que uno creía
saber no lo sabe en realidad es que fracasa al enseñarlo. Si no se sabe
cómo enseñar algo es porque no se sabe suficientemente, y la
consecuencia es que hay que estudiarlo más y mejor. Estudiar más física,
matemáticas o latín, no pedagogía. Por supuesto que siempre habrá
grandes investigadores muy sabios que no amen la enseñanza y se
nieguen a ejercerla. La figura del buen investigador y mal docente no cesa
de blandirse como un argumento incontestable, pero es una falacia: los
investigadores que no aman la enseñanza enseñan mal, no porque no
sepan, sino porque no quieren hacerlo, y ningún curso de formación del
profesorado les hará cambiar de opinión. Por otro lado, licenciados que
nunca han enseñado no saben enseñar, pero no porque les falte teoría
pedagógica (o psicopedagógica), sino porque les falta práctica docente. El
acceso a la profesión de profesor, como a la de juez o a la de médico, no
debería hacerse sin haber superado un periodo de prácticas seriamente
concebido, tutelado, y remunerado. Y por cierto que sólo una vez acreditada
una formación no básica y generalista, sino avanzada y específica en un
campo determinado de conocimiento. Es lo único que solicita el denostado
Manifiesto. Eso, y que se deje de tomar el pelo a la sociedad mientras se
desmonta pieza a pieza el sistema de instrucción pública.
Fuente:
http://www.elpais.com/articulo/educacion/estafa/ensenar/ensenar/elpepiedu/200
81208elpepiedu_3/Tes/