Csar Vallejo, el gran poeta peruano (1892-1938), tuvo una visin de su muerte, 18 aos antes de que sta ocurriera.
Ese episodio ttrico de la vida del poeta universal lo ha relatado el filsofo y escritor Antenor Orrego en su libro Mi encuentro con Csar Vallejo.
El episodio ocurri en 1920, cuando Csar Vallejo se encontraba refugiado en la casa de Antenor Orrego, en Mansiche, Trujillo, eludiendo la persecucin policial a raz de una falsa acusacin de vandalismo y asesinato. Orrego, que por primera vez vea al poeta, hizo rpidamente amistad con l. Vallejo, en un rapto de confidencia, le cont que a veces tena visiones extraas, en las que se vea participando en situaciones que no le haban ocurrido, pero que extraamente le parecan recuerdos, y que tiempo despus se cumplan. Pero hubo una visin en particular que llenara de terror al poeta y que lo angustiara por muchos das, y que ocurri precisamente cuando se hallaba junto a Orrego. Esta es una parte del relato: Algn tiempo despus fui testigo presencial de una nueva manifestacin de esta proclividad visionaria. Vallejo estaba asilado en mi rstica casa de campo en Mansiche, pueblecillo rural cercano a Trujillo que nuestros amigos la bautizaron con el nombre de "El Predio". El poeta eluda, por esa poca, la persecucin de la justicia a consecuencia de los sucesos de Santiago de Chuco. Dormamos ambos en el nico dormitorio de la casa. Una noche despertme sobresaltado a los gritos angustiados de mi husped que me llamaba desde su lecho. Cuando abr los ojos en la penumbra, Vallejo estaba delante de m, temblando como un azogado de la cabeza a los pies:
Acabo de verme en Pars me dijo con gentes desconocidas y, a mi lado, una mujer, tambin, desconocida. Mejor dicho, estaba muerto y he visto mi cadver. Nadie lloraba por m. La figura de mi madre, levitada en el aire, me alargaba la mano, sonriente. Y aadi:
Te aseguro que estaba despierto. He tenido la visin en plena vigilia y con caracteres tan animados como si fuera la realidad misma. Siento que voy a perder el juicio. Levntate, por favor.
Intiles fueron mis esfuerzos para calmarlo. No dormimos ya el resto de la noche. Hicimos caf. El alba nos sorprendi conversando. Cada vez que recordaba esta circunstancia tena la certeza que haba tenido su raz en esa visin, aquellos bellsimos y admirable versos en que se siente batir un extrao aletazo de misterio y que comienzan as: