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El cuerpo

del
resucitado
¿Cómo es el cuerpo del resucitado
hoy? Somos nosotros. Para que
Jesús pueda existir en este
planeta, vive en nosotros;
nosotros somos el cuerpo del
resucitado. Aquel a quien vieron
morir, está vivo: ésta es la
primera concepción del
resucitado. Y las demás
tradiciones de apariciones y
resurrección son posteriores.
Jesús resucitado no se percibe
sino por su acción salvadora, no
hay más manera.
Pablo dice que cuanto más
damos la imagen de la
muerte de Jesús es más
fuerte en nosotros el
resucitado. El kerigma
(predicación y
proclamación; no es lo
mismo que enseñanza) es
que nosotros somos
salvados por el acontecer
de Jesús muerto y
resucitado en nosotros.
Para anunciarse, Dios no
tiene que decir discursos
sino revelarse, acontecer.
El camino de la resurrección es la
cruz=salir incondicionalmente de
uno para darse a los otros.
"Aquel que resucitó" al
que murió, dará vida
a vuestros cuerpos.
Pues la resurrección
es un acontecer de
Dios en el hombre,
no cuando se muere.
Aquel que fue capaz
de resucitar a Cristo
de los muertos os
resucitará a vosotros
del pecado -en
singular-.
La resurrección
hace estrangular
el pecado hasta
dominarlo. Si no
estamos
dominados por
Cristo, estamos
dominados por
el pecado.
Llevamos
siempre en
nuestros
cuerpos por
todas partes el
morir de Jesús, a
fin de que
también la vida
de Jesús se
manifieste en
nuestro cuerpo.
2Cor. 4, 7-12
El que da, con sencillez;
el que preside, con
solicitud; el que ejerce la
misericordia, con
jovialidad. Vuestra
caridad sea sin
fingimiento; detestando
el mal, adhiriéndoos al
bien; amándoos
cordialmente los unos a
los otros; Rm. 12, 3-13
Esta es la cruz de Jesús, no
los sacrificios que
inventamos.
Pues, así como nuestro
cuerpo, en su unidad,
posee muchos miembros, y
no desempeñan todos los
miembros la misma
función, así también
nosotros, siendo muchos,
no formamos más que un
solo cuerpo en Cristo,
siendo cada uno por su
parte los unos miembros
de los otros. Rm. 12, 3-13
Pero teniendo dones diferentes,
según la gracia que nos ha sido
dada, si es el don de profecía,
ejerzámoslo en la medida de
nuestra fe; si es el ministerio, en
el ministerio; la enseñanza,
enseñando; la exhortación,
exhortando.
La comunidad
cristiana es un
organismo vivo y
no una
organización.
Evangelizar sería
transformar las
organizaciones
en comunidades
cristianas:
edificar seres
humanos libres.
Pablo insiste en la
pluralidad de la
comunidad. Ella
no es una
uniformidad en la
que todos
caminen según el
jefe. La
pluralidad no es
una cosa tolerada
sino que la
pluralidad es una
obra de Dios.
Esta es una
comunidad en la
que todos son
responsables y
respetuosos.
¿Pero cómo se
edifica la
unidad? La
unidad se
construye
cuando cada uno
hace lo suyo y no
estorba al otro.
Más bien los
miembros del
cuerpo que
tenemos por más
débiles, son
indispensables. Y
a los que nos
parecen los más
viles del cuerpo,
los rodeamos de
mayor honor. 1Cor.
12, 22-26.
La unidad de la
comunidad cristiana se
busca en los débiles, en
los pobres, en los
pecadores, en la
viudas, en los
huérfanos, en los que
sufren... En
consecuencia, el
cuidado de la Iglesia
por los pobres no es un
apostolado, sino la
función eclesial y
hacerlo es lo que
concretiza la unidad de
la Iglesia. La razón de
ser de la Iglesia no es
ella en sí misma, sino
para los débiles.
Tanto los laicos como la jerarquía
son mediación de tiempo
completo. La diferencia es que el
presbiterado (jerarquía) está
consagrado a una mediación más
amplia.

Lo importante es el testimonio y si
se pierde el testimonio
desaparece la autoridad. El
cristianismo es esencialmente un
testimonio.

Hoy nos hemos quedado con la


institución permanente y sin el
testimonio.

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