Fue un filósofo, economista, sociólogo e historiador escocés,
constituye una de las figuras más importantes de la filosofía occidental y de la Ilustración escocesa. Nacimiento y período de estudios y de primeros trabajos (se extiende hasta 1740)
Nace el 7 de mayo de 1711 en Edimburgo (Escocia).
David Hume fue el más pequeño entre tres hermanos. Su padre, abogado, falleció en 1714 cuando David era aún pequeño. Su madre se fue entonces a vivir a Ninewells y crio a sus hijos con su cuñado. En 1722 entró en el Colegio de Edimburgo, donde tuvo por profesores a discípulos de Newton y leyó a los poetas latinos y a los escritores ingleses. Su familia lo destinaba a hacer la carrera de Derecho. En 1734 atraviesa un periodo de crisis que evoca en una carta a John Arbuthnot. Le atacaba una «insuperable aversión hacia toda cosa, salvo los estudios de filosofía y el saber en general». Rehusando ser abogado, sufrió una crisis de exaltación y marchó a Bristol para intentar ganarse la vida con el comercio antes de decidirse a viajar a Francia y permanecer allí casi tres años. Fue en Francia, ya con 26 años, cuando acabó de redactar su Tratado de la naturaleza humana. La publicación del Tratado fue un fracaso. Un periodo activo de viajes y de resultados (1740-1769) Tras el fracaso del Tratado, Hume vuelve con su familia a Escocia en 1739; conoce a Henry Home y comienza una relación epistolar con Francis Hutcheson. Publica en 1740 un Resumen del Tratado de la naturaleza humana y luego, en otoño, se anima a publicar también el libro III del Tratado así como un Apéndice. En ese mismo año conoció también al famoso economista Adam Smith, en quien tanto habían de calar sus ideas. Publicó la primera parte de sus Ensayos morales y políticos en 1741 en Edimburgo y la obra fue un éxito. En 1744 su candidatura a la cátedra de moral y filosofía pneumática de la Universidad de Edimburgo fue rechazada a causa de los enemigos que su pensamiento radical le había granjeado. Sobre todo fue por el presunto ateísmo que contendrían las tesis del Tratado. En 1746 se convirtió en secretario del general Saint-Clair y viajó a Viena y a Turín. Volvió a Escocia en 1749; escribió sus Discursos políticos y sus Investigaciones sobre los principios de la moral, acá su reputación de filósofo comenzaba entonces a expandirse. En 1752 tomó el oficio de bibliotecario del cuerpo de abogados de Edimburgo. Aceptó sin embargo un puesto de secretario en la Embajada de Francia que le propuso en 1763 el Conde de Hertford y lo condujo a París. En 1767, se convirtió en encargado de negocios. Por entonces frecuentó a los filósofos de la Ilustración. Abandonó esta función en 1766 para ser nombrado subsecretario de Estado en Londres. Volvió a Inglaterra en compañía de Jean-Jacques Rousseau, a quien admiraba pero con quien convivió difícilmente a causa de su paranoia. Hume volvió a Edimburgo en 1769. Un periodo de retraimiento (1769-1776) A partir de 1775, comienza a sentir los efectos de un tumor intestinal que lo llevó a la muerte un año más tarde a la edad de sesenta y cinco años. Hume escribió una corta noticia autobiográfica poco antes de su deceso (My own life). Esforzándose por guardar un tono objetivo, describe en especial cómo incrementó progresivamente su patrimonio y pasó de una relativa pobreza a una cierta opulencia. Termina con un análisis de su carácter: «Dulce, dueño de sí mismo, de un humor alegre y social, capaz de amistad pero muy poco inclinado al odio, y harto moderado en todas mis pasiones.» Legado de Hume Aunque Hume escribió sus obras en el siglo XVIII, su trabajo sigue siendo relevante en las disputas filosóficas de la actualidad, lo que contrasta con las aportaciones de muchos de sus contemporáneos. A continuación se ofrece un sumario de sus trabajos filosóficos más influyentes. Ideas e impresiones Hume cree que todo el conocimiento humano proviene de los sentidos. Nuestras percepciones, como él las llamaba, pueden dividirse en dos categorías: ideas e impresiones. Así define estos términos en Investigación sobre el entendimiento humano: «Con el término impresión me refiero a nuestras percepciones, cuando oímos, o vemos, o sentimos, o amamos, u odiamos, o deseamos. Y las impresiones se distinguen de las ideas, que son impresiones menos vívidas de las que somos conscientes cuando reflexionamos sobre alguna de las sensaciones anteriormente mencionadas». Más adelante precisa el concepto de las ideas, al decir: «Una proposición que no parece admitir muchas disputas es que todas nuestras ideas no son nada excepto copias de nuestras impresiones, o, en otras palabras, que nos resulta imposible pensar en nada que no hayamos sentido con anterioridad, mediante nuestros sentidos externos o internos» Problema de la causalidad Cuando un acontecimiento sucede tras otro, podemos llegar a pensar que una conexión entre ambos acontecimientos hace que el segundo suceda al primero (post hoc ergo propter hoc). Hume desafió a esta creencia en su primer libro Tratado de la naturaleza humana y más tarde en su Investigación sobre el entendimiento humano. Se dio cuenta de que aunque percibimos que un elemento suceda al otro, no percibimos ninguna condición necesaria y suficiente entre los dos. «No tenemos otra noción de causa y efecto, excepto que ciertos objetos siempre han coincidido, y que en sus apariciones pasadas se han mostrado inseparables. No podemos penetrar en la razón de la conjunción. Sólo observamos la cosa en sí misma, y siempre se da que la constante conjunción de los objetos adquiere la unión en la imaginación» Problema de la inducción Hume articuló su tesis de que todo el razonamiento humano pertenece a dos clases, Relaciones de Ideas y Hechos. Mientras que las primeras involucran conceptos abstractos como las matemáticas y están gobernadas por las certezas deductivas, los segundos comportan la experiencia empírica donde todos los razonamientos son inductivos. De acuerdo con Hume no podemos conocer nada de la naturaleza con anterioridad a la experimentación, incluso un hombre racional sin experiencia «no podría haber inferido de la transparencia y la fluidez del agua que sofocaría su sed, o a partir de la luz y el calor del fuego que le consumiría» (EHU, 4.1.6). Así que todo lo que podemos decir, pensar o predecir de la naturaleza debe venir de la experiencia previa, lo que lleva a la necesidad de la inducción. Pero aún queda el problema de cómo justificar tal inferencia, conocida como el principio de inducción. Hume sugirió dos posibles justificaciones, que sin embargo rechazó:
1. La primera justificación descansa en la suposición, tomada como una necesidad lógica, de
que el futuro debe parecerse al pasado. Pero Hume puntualiza que podemos concebir un mundo caótico y errante en el que el futuro no tiene nada que ver con el pasado; o un mundo como el nuestro hasta el presente, que llegado a un punto cambia totalmente. Así que nada hace que el principio de inducción sea una necesidad lógica. 2. La segunda justificación, más modesta, apela a los éxitos anteriores de la inducción: en el pasado ha funcionado en la mayoría de las ocasiones, así que probablemente seguirá haciéndolo en el futuro. Pero, como Hume comenta, esta justificación hace uso del razonamiento circular en un intento de justificar la inducción mediante la reiteración, lo que nos devuelve al punto de partida. Razón práctica: instrumentalismo y nihilismo. Pero Hume negó que la razón tuviera un papel importante para motivar o desalentar la conducta. Según él, la razón no es más que una calculadora de conceptos y experiencia. Lo que en definitiva importa es como nos sentimos respecto a la conducta. Su trabajo se asocia con la doctrina del instrumentalismo, que dice que una acción es razonable si y sólo sí sirve para alcanzar los propios deseos, sean los que sean. La razón puede participar solamente informando acerca de las acciones que serán más útiles para alcanzar las metas y deseos, pero nunca dirá qué metas y deseos se deben de tener. Racismo. Esta controvertida nota al pie aparece en el original del ensayo De los caracteres nacionales: Sospecho que los negros y en general todas las otras especies de hombres (de las que hay unas cuatro o cinco clases) son naturalmente inferiores a los blancos. Nunca hubo una nación civilizada que no tuviera la tez blanca, ni individuos eminentes en la acción o la especulación. No han creado ingeniosas manufacturas, ni artes, ni ciencias. Por otra parte, entre los blancos más rudos y bárbaros, como los antiguos alemanes o los tártaros de la actualidad, hay algunos eminentes, ya sea en su valor, forma de gobierno o alguna otra particularidad. Tal diferencia uniforme y constante no podría ocurrir en tantos países y edades si la naturaleza no hubiese hecho una distinción original entre estas clases de hombre, y esto por no mencionar nuestras colonias, donde hay esclavos negros dispersados por toda Europa, de los cuales no se ha descubierto ningún síntoma de ingenio; mientras que la gente pobre, sin educación, se establece entre nosotros y se distinguen en todas las profesiones. En Jamaica, sin embargo, se habla de un negro que toma parte en el aprendizaje, pero seguramente se le admira por logros exiguos, como un loro que ha aprendido a decir varias palabras. Obras El Pensamiento de David Hume
Hume es la figura más importante de la corriente filosófica del s. XVIII
denominada empirismo, que surge como reacción al problema del conocimiento del racionalismo del siglo XVII. Ahora, el hombre y su mente es el centro de las preocupaciones y no es Dios, como ocurría en la filosofía medieval. Los empiristas sostienen que no hay ideas innatas y que todas ellas proceden de la experiencia sensible. Todo cuanto conocemos es una percepción. Las percepciones son los contenidos de la mente en general y se dividen en impresiones, que son los datos inmediatos de la experiencia, e ideas, que son representaciones o copias de las impresiones en el pensamiento (imágenes debilitadas de las impresiones). Las ideas tienen su origen en las impresiones. Ambas pueden ser también simples o complejas, según estén o no formadas por partes y pueden ser también de reflexión o sensación. Cuando la mente ha recibido impresiones, éstas pueden reaparecer de dos modos: memoria e imaginación. Las ideas de la memoria son más fuertes que las de la imaginación pues la memoria preserva el orden y la forma de las originales. La imaginación, sin embargo, es libre de alterar y trastocar las ideas. Las cualidades de las que surge la asociación de ideas (leyes de asociación) son: semejanza, contigüidad y causa-efecto. Nuestra imaginación pasa fácilmente de una idea a otra semejante y adquiere la costumbre de la asociación de ideas que están más próximas en el espacio. En cuanto a la causa-efecto, no hay conexión más fuerte en la imaginación, y se ha entendido como una conexión necesaria (no puede no darse). Para Hume, hay dos tipos de conocimiento posibles: Las relaciones de ideas (que incluyen todas las proposiciones de la matemática, geometría, etc. A esta proposiciones se llega por razonamientos del entendimiento, sin necesidad de recurrir a la experiencia) y las relaciones de hechos que dependen únicamente de la experiencia y no es posible llegar a él por medio de razonamientos. Para Hume, la sustancia es un concepto al que no le corresponde ninguna impresión. Sustancia es un conjunto de percepciones particulares que habitualmente encontramos unidas. Lo único que podemos afirmar es la realidad de nuestras impresiones y, como no tenemos ninguna impresión de Dios, no podemos afirmar su existencia. La filosofía de Hume desemboca en un fenomenismo y un escepticismo (sabemos que tenemos impresiones pero no sabemos de dónde vienen). Una ética es un conjunto de principios o normas a través de los cuales se juzga si una acción es buena o mala. Los griegos consideraban que el fundamento de los juicios morales se encontraba en la razón. Hume se opone a este pensamiento pero afirma que tampoco pueden tenerlo en los hechos. El hecho en sí no es un juicio: el juicio se hace en el interior de uno mismo, en el sentimiento. Su ética es de carácter emotiva porque afirma que el fundamento de los juicios morales se encuentra en el sentimiento. Los sentimientos son las fuerzas que nos llevan a actuar de una u otra manera. El sentimiento moral nos da un sentimiento de aprobación o desaprobación respecto de las acciones humanas.