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INSTITUTO DE ESTUDIOS SUPERIORES DE CHIAPAS

MAESTRÍA: CIENCIAS FORENSES


MATERIA: CRIMINOLOGÍA

TITULO DEL REPORTE:

ASESINO SERIAL: FELÍCITAS SÁNCHEZ AGUILLÓN

ALUMNA:

CANDY GUADALUPE MORALES VIDAL

NOMBRE DEL DOCENTE:

DR. MARIO CORDERO GALLEGOS

MÓDULO Y FECHA:

2° MÓDULO DE CIENCIAS FORENSES, 10 DE NOVIEMBRE DE 2018


FELÍCITAS SÁNCHEZ AGUILLÓN
“La Ogresa de la Colonia Roma”
“La Trituradora de angelitos”
“La Descuartizadora de la Colonia Roma”
“La Espanta-cigüeñas”

•Clasificación: Asesina en serie


•Características: Partera que practicaba abortos ilegales y
traficaba con niños
•Número de víctimas: 40 - 50
•Fecha del crímen: 1930 - 1941
•Fecha de la detención: 11 de abril de 1941
•Fecha de nacimiento: 1890's
•Perfil de las víctimas: Niños y recién nacidos
•Método: Varios
•Localidad: México, D. F., México
•Estado: Se suicidó con una sobredosis de Nembutal el 16 de
junio de 1941 antes de ser juzgada
Felícitas Sánchez Aguillón

Felícitas Sánchez Aguillón o Neyra (n. década de 1890’s en Cerro Azul,


Veracruz, Méx. – † 16 de junio de 1941 en la Colonia Roma, Cd. de
México) fue una asesina serial mexicana. Conocida popularmente como
“la Ogresa de la Colonia Roma”, “la Trituradora de ángelitos”,”la
Descuartizadora de la Colonia Roma” o “la Espanta-cigüeñas”.

Responsable de un número A la par de su labor como


indeterminado de infanticidios (se cree partera, sostenía un negocio
que fueron más de 50, durante la ilícito practicando abortos y
década de 1930’s), en un suburbio de traficando con infantes; pero
la Colonia Roma de la Ciudad de estas actividades solo
México, donde vivía en un edificio escondían la más aberrante y
departamental. Fue una asesina sanguinaria de sus aficiones,
organizada, hedonista y sedentaria que una carnicería humana, que
según su profesión se considera un Sánchez desató en contra de
ángel de la muerte (se graduó como los pobres infantes que
enfermera y ejerció como partera). terminaban en sus manos.
Primeros años

A finales del s. XIX y principios del s. XX, nace en una zona rural
del estado de Veracruz, en el poblado de Cerro Azul.

Se desconocen los detalles de su infancia, lo poco que se sabe


es que tuvo una relación tormentosa con su madre, (dominada
por el rechazo de está última), esto desencadenaría la
psicopatología que marcaría su futuro modus operandi: Un
rechazo patológico hacia la maternidad y todo lo relacionado
con ésta, y, como el común denominador en los asesinos
seriales, desde pequeña tuvo un comportamiento perverso,
que se expresaba con crueldad hacia los animales (disfrutaba
en especial envenenado a perros y gatos callejeros).
Durante la década de 1900’s, Felícitas estudia y se
gradúa de enfermería y comienza a trabajar como
partera, en su natal Veracruz, a la par contrae matrimonio
con un hombre, de poco carácter, codependiente y
sumiso, (en el futuro esté sería el patrón en todas sus
parejas), Carlos Conde.

Sánchez era una mujer obesa, de malos modales,


misántropa y de carácter muy fuerte, la prensa de la
época, posteriormente a su aprehensión, colocó especial
énfasis en su fealdad (basándose en descripciones de los
vecinos de la mujer, cuya opinión seguramente estaba
influenciada por los crímenes):

“Parece bruja, con los ojos saltones, gorda,


fea, más bien repugnante…” (Periódico La
Prensa, 1941).
A pesar de su aspecto y personalidad Felícitas Sánchez
contó con varias parejas a lo largo de su vida, que incluso
sirvieron como cómplices para sus delitos (entre ellos el
propio Carlos Conde).

Del matrimonio con Conde, nacen un par de gemelas; la


condición económica de la pareja era austera, y no
podían solventar la manutención de las pequeñas, así
que Felícitas decide venderlas. Su marido que en un
principio estuvo de acuerdo con el acto, termina
arrepintiéndose, pero ya era demasiado tarde, Sánchez
no cedió y jamás reveló el destino final de sus hijas; esto
marcó el final del matrimonio. Aunque suene extraño,
hasta donde se sabe Felícitas no asesinó a ninguno de
sus hijos (las gemelas Conde Sánchez no fueron las
únicas hijas que tuvo).

Tras la separación, (por el año de 1910), la mujer emigra hacia la capital.


Crímenes

Se asienta en la Colonia Roma de la Ciudad de México, en calle Salamanca No. 9


(por esa época ocupado por un edificio de departamentos). Le renta una habitación a
una mujer que ocupaba un departamento en el tercer piso del edificio. Su nueva
casera y compañera de departamento laboraba todo el día y solo iba al departamento
para dormir, lo cual dejaba a Felícitas el tiempo y el espacio para darle riendas
sueltas a sus aberrantes prácticas.
Sánchez Neyra estableció un negocio “atendiendo partos” en el lugar (a su casera
no le molestaba mientras el sitio estuviera limpio). En efecto Felícitas atendía
partos, pero pronto comenzó a destacar el hecho de que mujeres adineradas
acudían a consulta con la mujer. Evento por lo más extraño, por qué una mujer con
alta capacidad adquisitiva recurriría a una partera en un barrio marginal para
atenderse su embarazo.

Los vecinos pronto empezaron a percatarse de otros


eventos extraños: Las cañerías del edificio se tapaban
con frecuencia, (para arreglar este contratiempo Felícitas
contaba con la complicidad de un plomero, Roberto
Sánchez Salazar), y además, en ciertas ocasiones
pudieron percatarse de que del departamento salía un
extraño humo negro de olor muy desagradable.
Pronto el negocio prosperó, Felícitas practicaba abortos
clandestinos, incluso hacia visitas a domicilio. La mujer
frecuentaba los más selectos barrios de la ciudad.
Atendía a las mujeres sin importar la edad gestacional de
su embarazo (así estuvieran en labor de parto).

Antes de comenzar con su faceta como asesina serial,


Sánchez Neyra se dedicó al tráfico de menores: Empezó
a vender a los niños recién nacidos que sobrevivían,
pronto empezó a traficar también con niños que
compraba de madres que por una u otra razón le
vendían a sus hijos, bajo la promesa de que los
colocaría en una “buena” casa. Durante la década de
1910’s, todavía en el período del México porfirista,
Sánchez fue detenida en por lo menos 2 ocasiones por
tratar de vender a un bebé; la mujer salió libre tras pagar
una simple multa.
No pasó mucho tiempo antes de que Felícitas
evolucionara al asesinato; los niños que no lograba
vender terminaban muertos sin mencionar que muchos
infantes perecieron bajo su cuidado.

Felícitas pronto recaudó dinero suficiente para hacerse de


un negocio, abrió una miscélanea (que también fungió
como clínica clandestina) en la calle Guadalajara No. 69,
en la Ciudad de México, a la cual llamó “La Quebrada”.
Los asesinatos

Posterior a su detención los cómplices de “la Ogresa” relataron la terrible tortura a la


que sometía los bebés y niños: Solía parodiar los cuidados maternales de una manera
sádica: Bañaba a las criaturas con agua helada, no les daba de comer durante
períodos considerables de tiempo, los dormía en el piso y a veces los alimentaba con
carne o leche podrida.

Sus métodos de ejecución fueron increíblemente variados: Asfixia, envenenamiento,


apuñalamiento y hasta inmolación. Generalmente los estrangulaba o asfixiaba (en
muchas ocasiones repetía sus diversiones de la infancia y los envenenaba), ya
muertos procedía a descuartizarlos (en ciertas ocasiones los llegó descuartizar vivos);
los restos, generalmente, los tiraba a las alcantarillas, a veces los desechaba en
depósitos de basura y otras veces los incineraba en una caldera (de ahí el humo),
incluso llegó a quemarlos vivos.
Aprehensión

El 8 de abril de 1941, la alcantarilla del edificio de Salamanca


donde vivía Sánchez Aguillón se tapó, (se encontraba
congestionada desde la toma domiciliaria).

En el primer piso del edificio se disponía una tienda de abarrotes,


el dueño, llamado Francisco Páez, mandó llamar a un plomero y a
albañiles. Los albañiles levantaron el piso del negocio para poder
acceder a la cloaca, cuando llegaron a ella la sorpresa y las
náuseas fueron generales.

En la alcantarilla había un enorme tapón de carne putrefacta,


gasas y algodones ensangrentados, que despedían un olor
insoportable. Indagando en la repugnante masa se encontraron
con algo que despejó todas las dudas sobre su naturaleza, un
pequeño cráneo humano.
Rápidamente, la prensa y la policía se hicieron presentes.
Las autoridades llamaron a la puerta de la principal y
única sospechosa, (Felícitas), los atendió la casera que
no sabía nada, sin embargo los dejó pasar hasta la
habitación de la mujer, a la cual ella nunca había entrado.

Lo primero que salía a vista en el cuarto, era un altar con


velas, agujas, ropa de bebé, un cráneo humano y una
gran cantidad de fotografías de niños (trofeos; es un
comportamiento típico de los asesinos seriales el
coleccionar fetiches que se relacionan con su víctima).
Ese mismo día se catea la miscélanea “La Quebrada”,
Felícitas no se encontraba ahí, se había dado a la fuga.
En esa época no existía la noción de asesino en serie;
pero el infanticidio era y siempre ha sido un crimen
altamente condenado. La investigación cayó en manos
del detective José Acosta Suárez, (este hombre en 1942
también atraparía a Gregorio Cárdenas otro asesino en
serie mexicano).

El 11 de abril de 1941 es detenido Salvador Martínez


Nieves, el plomero cómplice. El relata que en efecto sabía
lo que estaba pasando, pero por miedo a ser condenado
como cómplice, no había denunciado. En efecto, él sí era
cómplice, recibía una cuantiosa paga por destapar los
caños y un aún más cuantioso soborno por su silencio.

Ese mismo día Felícitas es atrapada junto con su amante,


Roberto o Alberto Covarrubias, alías “el Beto” o “el Güero”
(con éste hombre, que también fue su cómplice, Felícitas
había procreado a su tercera y última hija, nacida en
1939, mientras trataban de huir de la ciudad).
Móvil
Felícitas Sánchez Aguillón experimentó el rechazo materno
desde muy pequeña, esto generó en ella una personalidad
neurótica. Aparentemente no sentía empatía ni
remordimientos, era megalómana y racionalizaba sus actos:

“Efectivamente, atendí muchas veces a mujeres que


llegaban a mi casa… Me encargaba de las personas
que requerían mis servicios y una vez que cumplía con
mis trabajos de obstetricia, arrojaba los fetos al
WC.”(Sánchez Aguillón, Felícitas. 1941)
Pero su frágil estado mental iba más allá, tenía ideas delirantes en donde creía realmente
que hacia un bien con sus atroces crímenes (esto la acerca más al perfil de un asesino
misionero, pero lo cierto es que su principal motivación siempre fue monetaria, por lo que
entra más bien en la categoría de hedonista; además recordemos que esta clasificación
no es excluyente), incluso les asignaba una cualidad mística, ejemplo de esto es el altar
que poseía, (nótese que esto es muy propio de los asesinos visionarios):

“Una mujer me dijo que había soñado que su hijo iba a


nacer muy feo, que por favor le hiciera una operación para
arrojarlo. En efecto, aquella criatura era un monstruo:
tenía cara de animal, en lugar de ojos unas cuencas
espantosas y en la cabeza una especie de cucurucho. A la
hora de nacer, el niño no lloraba, sino bufaba. Le pedí al
señor Roberto que lo echara al canal, y él le amarró un
alambre al cuello.”(Sánchez Aguillón, Felícitas. 1941)

Estas declaraciones nos hablan del terrible grado de


cosificación que mantenía hacia sus víctimas: las
repudiaba a tal grado que las visualizaba de esta manera.
Reclusión y fallo absurdo

“La Descuartizadora de la Col. Roma” desde su detención


hasta junio de 1941, (más o menos tres meses), fue
recluida en prisión y aislada a causa del peligro que
representaba para ella el contacto con la población
general del reclusorio.

Durante todo ese tiempo vivió, irónicamente, una


regresión (se comportaba como una niña pequeña,
lloraba todo el día, sólo pronunciaba monosílabos y una
repetitiva frase que en ocasiones llegaba a gritar: “Quiero
irme de aquí.”, incluso como típico berrinche infantil se
tiraba al piso, pataleaba, gritaba y era necesario
arrastrarla para trasladarla de un lugar a otro).
La amenaza del abogado de la mujer era clara, iban a
revelar la lista de clientes si con ella era posible aminorar
su condena. En aquella lista estaban inmiscuidas
importantes figuras de la política; así en una evidente
muestra de corrupción y una serie de irregularidades,
permitieron que “la Ogresa” saliera libre en tan sólo 3
meses.
Las más fuertes pruebas de la fiscalía que
conectaban a Felícitas con los cargos de asesinato
eran los restos encontrados en la cañería de
Salamanca No. 9, entre los que se encontraban un
cráneo y un par de piernas que correspondían a un
niño de por lo menos un año de edad.
Inexplicablemente esto restos desaparecieron.
Sánchez Aguillón fue procesada, el 26 de abril de
1941, sólo por los cargos de aborto, inhumación ilegal
de restos humanos, delitos contra la salud pública y
responsabilidad clínica y médica; ninguno de estos
crímenes era considerado como grave por lo que la
mujer alcazaba fianza.
Muerte

Ella sabía que todo había terminado, aunque no pudieran


volverla a enjuiciar ya no podría seguir con su estilo de vida,
todos la odiaban.

El 16 de junio de 1941, tomó la salida fácil, se suicidó con


una sobredosis de Nembutal, durante la madrugada en la
casa que compartía con su concubino mientras éste dormía.

Dejó tres cartas póstumas: una dirigida a su ex-abogado, otra


a su actual abogado y una última a su pareja. En ellas no
había ninguna expresión sentimental (sin culpa, sin dolor, sin
tristeza y sin lazos afectivos de ningún tipo, en ningún
momento menciona a su hija). Al final de cuentas parecía
haberse cosificado a sí misma, su propia muerte no pareció
producirle ningún sentimiento.

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