El complejo de Edipo ha tomado su nombre de una leyenda griega cantada en un
poema épico atribuido al poeta Cineton. Edipo, símbolo de la fatalidad o fuerza del destino. Esta antiquísima leyenda —dice Freud— tuvo alguna vez realidad, pero hoy se repite únicamente en el terreno de la fantasía inconsciente, como representación psíquica. Es lo denominado en psicoanálisis complejo o situación edípica, un marcado afecto hacia la madre que se contrapone a los celos y deseos de destruir al rival: el padre. Según Freud, es en el período comprendido entre los tres y cinco años de edad cuando el complejo de Edipo alcanza su mayor intensidad, es decir, en la etapa fálico-genital, en la cual el tipo de elección de objetos es lo que produce una intensificación de los conflictos del niño. Complejo de castración: él niño, que desea tener la fuerza y potencia del padre, dirige su agresividad hacía los órganos genitales del progenitor, y como contraparte teme que se lesione o se le quite eso mismo a él. El padre real investido por la agresividad proyectada adquiere proporciones de objeto peligroso para el niño, que finalmente opta por quitar del medio al padre malo, y en una regresión al plano oral, con el característico mecanismo de la introyección, logra satisfacer sus dos tendencias simultáneas: la de la destrucción de la imago, padre malo, devorándolo mentalmente, y la de la incorporación del padre bueno, incorporando todo lo que ama en él. Varias formas de complejo de Edipo. La positiva y directa, en que el niño ama a la madre y odia al padre. La forma invertida: El niño ama al padre y odia a la madre. Y las formas mixtas, que son las que se encuentran más corrientemente.