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LA

ANTIPSIQUIATRÍA

Santiago Stucchi Portocarrero

Médico psiquiatra

stucchi@amauta.rcp.net.pe

Junio 2013
“Me llamaron loco y yo los llamé
locos. Y maldita sea, me
ganaron por mayoría de votos.”

Nathaniel Lee, al ser enviado a una


institución mental en el siglo XVII .
El concepto de locura es tan
antiguo como la humanidad. A
lo largo de la historia, el modelo
médico-científico de la
enfermedad mental ha
compartido su lugar en la
explicación de
comportamientos que se
apartaban del común, con
concepciones de índole
mágico-religiosa. Sin embargo,
a lo largo del siglo XVIII el
concepto de enfermedad logró
imponerse.
“Para los médicos, resulta vital, y muy
reconfortante, poder verificar que siempre ha
habido alucinaciones bajo el sol de la locura,
siempre delirios en los discursos de la sinrazón, y
que se encuentran las mismas angustias en todos
esos corazones sin reposo. (...) Pero la desgracia
ha querido que las cosas sean más complicadas;
y, de manera general, que la historia de la locura
no pueda, en caso alguno, servir de justificación,
y como ciencia de apoyo, a la patología de las
enfermedades mentales.”

Foucault M. Historia de la locura en la época clásica.


En 1947, Marguerite A. Sechehaye
publicó Diario de una
esquizofrénica, en donde relata la
experiencia vivida por la
esquizofrénica Renée y plantea un
cambio en la relación médico
paciente. Poco difundida en su
tiempo, la obra de Sechehaye
alcanzó mayor reconocimiento dos
décadas después.

En 1961, Erwing Goffman publicó Asilos. Ensayos sobre la


situación social de los enfermos mentales, libro en el cual
describió a los hospitales psiquiátricos como instituciones
totales (al igual que las cárceles y los cuarteles), por el
aislamiento y reglamentación a los que están sometidos sus
residentes. Otra obra suya es Estigma. La identidad
determinada (1963), en donde estudió el estigma de la
enfermedad mental en todas sus facetas.
En 1960, Thomas Szasz publicó El mito
de la enfermedad mental, obra
considerada como el acta fundadora de
la antipsiquiatría (aunque el autor nunca
se consideró antipsiquiatra), y en la cual
parte de un extenso análisis de la histeria
para cuestionar toda la nosología
psiquiátrica imperante, concibiendo las
supuestas enfermedades mentales más
bien como modalidades de
comunicación, un “protolenguaje” que en
vez de recurrir a símbolos verbales
emplea signos icónicos, como el sueño y
las fantasías. Planteaba además que los
psiquiatras no se enfrentan con
patologías verdaderas sino con dilemas
éticos, sociales y personales.
“Es corriente definir la psiquiatría como una
especialidad médica dedicada al estudio,
diagnóstico y tratamiento de las enfermedades
mentales. Esta definición es inútil y engañosa.
La enfermedad mental es un mito. Los
psiquiatras no se ocupan de las enfermedades
mentales y de su terapia. En la práctica
enfrentan problemas vitales de orden social,
ético y personal.”

Szasz T. El mito de la enfermedad mental.


En 1960 apareció El yo dividido, de Ronald D.
Laing, una de las figuras representativas de la
antipsiquiatría. En esta obra, con clara influencia
fenomenológica existencialista, pero que no
rompe por completo con la psicopatología
tradicional, el autor resalta la importancia de las
relaciones familiares en el inicio y evolución de
los síntomas psicóticos.

Posteriormente, en El yo y los otros (1961), Laing desarrolló más


extensamente su teoría de la influencia familiar, postulando el concepto
de doble lazo, situación en la cual la víctima se ve sometida a mensajes
contradictorios simultáneos, uno a nivel explícito y el otro a nivel
abstracto, que la llevan a adoptar conductas incomprensibles para los
demás y que terminan siendo rotuladas como “esquizofrénicas”. La
esquizofrenia es pues, para Laing, no una enfermedad de origen
desconocido, sino una reacción ante circunstancias sociales. Por otro
lado, el lenguaje esquizofrénico dejó de ser incomprensible, pues detrás
de cada manifestación psicótica existe un intento de comunicación, un
grito de alarma, que debe hacerse inteligible.
“Nuestra percepción de la ‘realidad’ es
el logro perfectamente consumado de
nuestra civilización. ¡Percibir la
realidad! ¿Cuándo habrán dejado los
hombres de creer que lo que percibían
era irreal? Tal vez la creencia y la idea
de que lo que percibimos es real sea
muy reciente en la historia del hombre.”

Laing RD. El yo y los otros.


Entre 1962 y 1966, David G. Cooper estableció
una unidad autónoma –el “Pabellón 21”- dentro
de un gran hospital psiquiátrico londinense. En
esta unidad, que se inspiró inicialmente en las
comunidades terapéuticas de Maxwell Jones,
se buscó cambiar el rol tradicional de médicos y
pacientes, e investigar la interacción familiar y
grupal en la esquizofrenia. Progresivamente, las
reglas y las diferencias entre el personal y los
enfermos se fueron disolviendo hasta casi
desaparecer. Al evaluar los resultados del
experimento, los 42 pacientes del Pabellón 21
pudieron salir de alta antes de un año (3 meses
en promedio), sin haberse utilizado choque
insulínico, electrochoque o dosis altas de
medicamentos; un año después solo el 17% fue
reinternado, siendo una cifra menor que la de
los tratamientos habituales en ese entonces.
Cooper volcó sus experiencias del “Pabellón
21” en su libro Psiquiatría y antipsiquiatría
(1967), con el cual se institucionalizó
oficialmente el movimiento antipsiquiátrico. En
esta obra el autor denunciaba el proceso de
“invalidación” que la sociedad impone a algunos
de sus miembros mediante el rótulo de
“esquizofrénicos”, víctimas de la violencia
(entendida en su sentido más amplio y no
únicamente como violencia física) que sobre
ellos ejercen los “sanos” con la “complicidad” de
los psiquiatras, violencia que alcanza su
máxima expresión en el internamiento
manicomial. Como Laing, Cooper culpó en
primer lugar a la familia y al “doble vínculo”, por
el proceso que lleva al futuro esquizofrénico a
sumirse en una situación insostenible.
“La esquizofrenia es una situación de crisis
microsocial en la cual los actos y la
experiencia de cierta persona son invalidados
por otros, en virtud de razones culturales y
microculturales (por lo general familiares)
inteligibles, hasta el punto de que aquélla es
elegida e identificada de algún modo como
“enfermo mental”, y su identidad de “paciente
esquizofrénico” es luego confirmada (por un
proceso de rotulación estipulado pero
altamente arbitrario) por agentes médicos o
cuasi médicos.”

Cooper DG. Psiquiatría y antipsiquiatría.


“En algunas de las familias mas ‘unidas’ y de los
matrimonios más ‘felices’ las relaciones familiares
están más extrañadas. Ante este extrañamiento
puede haber evasión o negación. (…) Pero si, por
razones que podemos hacer inteligibles, esa
negación llega a ser imposible, la persona puede
intentar reducir su penosa confusión erigiendo una
construcción ‘psicótica’ –por ejemplo, puede afirmar
que su mente es controlada por una máquina
eléctrica o por hombres del espacio exterior-. Pero
tales construcciones son en gran medida
corporizaciones del proceso familiar, que posee una
ilusión de sustancialidad (…) En las conversaciones
cotidianas habitualmente confundimos lo literal con lo
metafórico. ¿Quién puede decir que en el caso de
que hablamos el paciente está loco por ser
metafórico?”

Cooper DG. Psiquiatría y antipsiquiatría.


En 1965, Laing, Cooper y Aaron
Esterson fundaron la Philadelphia
Association, que tuvo como objetivo
crear centros para dar acogida a
personas con enfermedades
mentales. Se abrieron tres “hogares”
de este tipo, el más célebre de los
cuales fue Kingsley Hall, que
funcionó entre 1965 y 1970 en un
antiguo edificio de Londres.
En Kingsley Hall no existían reglas de ningún tipo, los residentes
hacían lo que querían, médicos y pacientes convivían en condiciones
de igualdad absoluta, y los supuestos enfermos podían llevar a cabo
su “viaje regresivo” para ubicarse luego en un mundo más
“auténtico”. La paciente más famosa del centro fue Mary Barnes,
quien junto a Joseph Berke, publicó sus memorias bajo el título Mary
Barnes. Viaje a través de la locura, en donde paciente y psiquiatra
narran la experiencia psicótica fuera del marco psiquiátrico
convencional. La autora se hizo famosa también por sus pinturas,
realizadas inicialmente con sus propios excrementos.
“Además, las experiencias por las que pasa la
persona denominada esquizofrénica, que
comúnmente se incluyen bajo el nombre
genérico de ‘psicosis’, no son en absoluto
ininteligibles, es decir, una locura. Simplemente
ocurren en un orden diferente de realidad, como
cuando uno sueña despierto. La invalidación
social de tales experiencias, al llamarlas
‘enfermedad’ o ‘locura’, es una maniobra básica
interpersonal entre las gentes de la cultura
occidental, donde los sueños y los estados
parecidos al sueño no se consideran un vehículo
válido para comunicar la realidad, por mucha
verdad que expresen.”

Barnes M, Berke J. Viaje a través de la locura.


En 1971, Cooper publicó La muerte de la
familia, en la cual criticó duramente a la
institución familiar, considerándola
fracasada y heredera de la sociedad
esclavista y de la sociedad feudal,
proponiendo su completa desaparición.
Cooper además preconizaba la
superación de todos los prejuicios que
impone la sociedad actual, defendía la
libertad absoluta, para la cual no dudaba
en sugerir el uso de drogas alucinógenas
con el objeto de “intensificar las
posibilidades”. Posteriormente, en La
gramática de la vida (1974) postuló la
aceptación del riesgo, que representa la
desobediencia a los imperativos ajenos,
considerando la vida “normal” de nuestra
sociedad como “una aburrida distracción
hacia la muerte”.
“Las personas, desde luego, son cerdos. Desde
luego también, las instituciones humanas son
chiqueros, o factorías, o mataderos de cerdos.
(...) Los cerdos a menudo destruyen su prole,
pero también nosotros lo hacemos con nuestros
métodos humanoides más tortuosos. (...) La
pareja parental convencional de la burguesía es
a la vez el supercerdo ambisexual y una masiva
factoría de tocino. (...) Podemos estar seguros
de que no es casual el apelativo de “cerdos” que
los jóvenes revolucionarios estadounidenses
dedican a la policía y sus colaboradores,
psiquiatras, y falsas autoridades en general.”

Cooper D. La muerte de la familia.


En 1968, Franco Basaglia publicó La
institución negada, en donde narró su
experiencia como Director del Hospital de
Gorizia (1961-1969), lugar en el que aplicó
sus ideas dirigidas a la transformación del
manicomio tradicional, y postuló la
desaparición de todo tipo de institución
psiquiátrica, así fuese una comunidad
terapéutica. Los seguidores de Basaglia
fundaron en la década de 1970 la
asociación Psichiatria Democratica. El
epílogo de la aventura antipsiquiátrica en
Italia fue el cierre de los hospitales
psiquiátricos luego de promulgarse la ley
180 en 1978.
“Desde 1970, la fiebre descendió. Los
movimientos antipsiquiátricos no consiguieron
implantarse de manera duradera, ni en los
Estados Unidos ni en Inglaterra o Italia. La
fiebre liberadora o revolucionaria chocó no solo
con los medios conservadores, sino quizá más
aún con la inercia del núcleo duro de la
psicosis.”

Trillat E. Una historia de la psiquiatría en el siglo XX.


En 1979, Szasz publicó Esquizofrenia: el símbolo
sagrado de la psiquiatría, en el cual descalificó
todas las propuestas históricas de considerar a la
esquizofrenia como una enfermedad, esgrimiendo
como argumento principal la reiterativa falla en
encontrar algún tipo de alteración orgánica
demostrable en los supuestos esquizofrénicos,
mencionando como paradigma de una
enfermedad real -en contraposición a la
enfermedad falsa que es para él la esquizofrenia-
a la neurosífilis, de etiología claramente
identificada. En dicho libro, Szasz tomó distancia
de la antipsiquiatría de Laing, Cooper y Esterson,
a quienes criticaba duramente por la
contradicción que para él representa el negar la
esquizofrenia como patología y al mismo tiempo
proponerle terapias (como Kingsley Hall) y causas
(basadas en teorías sociales).
“Esto es, brevemente, el por qué yo considero a
Kraepelin, Bleuler y Freud los conquistadores y
colonizadores de la mente del hombre. La sociedad,
su sociedad, quería que ellos extendieran las
fronteras de la medicina por encima de la ley y la
moral y así lo hicieron; quería que ellos extendieran
las fronteras de la enfermedad del cuerpo al
comportamiento, y de esta manera lo hicieron;
quería que ellos disfrazaran el conflicto como
psicopatología y el confinamiento como terapia
psiquiátrica, y de esta manera lo hicieron.”

Szasz T. Esquizofrenia: el símbolo sagrado de la


psiquiatría.
“Los psiquiatras y los antipsiquiatras son simplistas
por igual en sus imágenes causales y sus
estrategias de remedio. Según el punto de vista
psiquiátrico, la investigación médica hará que todos
estemos sanos. Según el punto de vista
antipsiquiátrico, el permitir que personas
incompetentes, destructivas y autodestructivas, se
revuelquen en su propio autodesprecio y su
desprecio por los otros, será suficiente para
guiarlos con seguridad a través de su viaje por los
Alpes de la alienación, después del cual llegarán a
la limpia y pulcra ciudad suiza y vivirán felices para
siempre. Tales son las promesas de los
propagandistas, de la investigación psiquiátrica por
una parte, y de los retiros antipsiquiátricos por la
otra.”

Szasz T. Esquizofrenia: el símbolo sagrado de la


psiquiatría.
“Como todo movimiento de contracultura, (la antipsiquiatría)
pasó como una ráfaga, vivificante y destructiva al mismo
tiempo. De ella no quedan hoy sino algunos rastros en la
psiquiatría social y comunitaria, así como en las múltiples
alternativas paramédicas de la psiquiatría (homeopatía,
expresión corporal, acupuntura, quiropraxia, grupos de
encuentro, etc.). Sirvió, además, para que los médicos se
interesaran cada vez más a fondo en el proceso
psicoterapéutico. La antipsiquiatría fue –pues ya es cosa del
pasado- como un intento más de encontrar la razón de la
sinrazón, pero esta vez procediendo a la inversa, tratando
de poner las cosas patas arriba y ver qué tal funcionan así.
En la oscilación pendular de la historia, la antipsiquiatría se
identifica como una reacción romántica frente a una
sociedad tecnocrática en donde al hombre le resulta difícil
individuarse adecuadamente.”

Vidal G. La antipsiquiatría.
“La contra psicología se opone a la psicología
tradicional, denuncia al modelo clínico, en
cuanto terapia significa servir y cuidar al status
quo, es estudio desde una posición crítica
sobre el pretendido status científico de la
psicología y también es actividad, en la medida
en que intenta articular un movimiento que
lucha por los derechos de los ciudadanos que
caen en el sufrimiento emocional, en la locura,
en la marginación, producto de situaciones
complejas que dependen del contexto histórico-
social actual. De este modo, el sentido de la
contrapsicología es humanizar la psicología,
ponerla al servicio de la ciudadanía y no a los
intereses de la dominación, denunciarla como
ideología y cuestionarla en sus implicancias,
fundamentos y prácticas”.

Editorial. Pánico en crisis.


REFERENCIAS

Barnes M, Berke J. Viaje a través de la locura. Barcelona: Ediciones Martínez Roca,


1974.

Coalición de Antipsiquiatría. http://www.antipsychiatry.org/espanol.htm.

Cooper D. Psiquiatría y antipsiquiatría. Buenos Aires: Locus Hypocampus, 1967.

Cooper D. La muerte de la familia. Buenos Aires: Editorial Paidos, 1971.

Foucault M. Historia de la locura en la época clásica. México: Fondo de Cultura


Económica, 1998.

Il nido del cuculo. Gli orrori della psichiatria. http://www.club.it/cuculo/.


Laing RD. El yo dividido. Un estudio sobre la salud y la enfermedad. México: Fondo de
Cultura Económica, 1999.

Laing RD. El yo y los otros. México: Fondo de Cultura Económica, 2000.

Pánico en crisis. http://panicoencrisis.blogspot.com/

Salvat Editores. Psiquiatría y antipsiquiatría. Barcelona, 1973.

Szasz T. El mito de la enfermedad mental. Barcelona: Círculo de Lectores, 1999.

Szasz T. Esquizofrenia: el símbolo sagrado de la psiquiatría. México: Premiá Editora,


1990.

Trillat E. Una historia de la psiquiatría en el siglo XX. En: Postel J, Quetel C (ed). Nueva
historia de la psiquiatría. México: Fondo de Cultura Económica, 2000: 340-5.

Vidal G. La antipsiquiatría. En: Vidal G, Alarcón R. Psiquiatría. Buenos Aires: Editorial


Médica Panamericana, 1988: 59-60.

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